Publicado Diario Montañes. 5/07/2019
Las Jornadas de Arquitectura y
Paisaje, realizadas en el Colegio de Arquitectos y en la Fundación Casyc de
Santander ha sido un encuentro entre numerosos artistas, escritores, cineastas,
arquitectos y ciudadanos, que han dialogado
sobre la importancia de los paisajes
como patrimonio cultural.
“Esos paisajes, en los siglos
XIX y XX, fueron objeto de sublimación estética y símbolo de movimientos ideológicos
vinculados al regionalismo y nacionalismo con la exaltación de “lo propio” y
tradicional, a nivel regional o nacional
A lo largo del siglo XX la
globalización económica, los mercados,
las comunicaciones y las nuevas tecnologías impusieron otros modelos culturales
ajenos a los tradicionales.
Hoy día, en una crisis
generalizada, nuevas identidades territoriales son reclamadas por movimientos
emergentes. En esta situación las reflexiones sobre el paisaje ayudarán a
comprender que la identidad cultural, no es algo inmutable
y exclusivamente heredado por sectores
sociales determinados, como tampoco lo es una homogeneización general ajena a
la singularidad de los territorios
y sus
habitantes”
.
Las Jornadas comenzaron la sesión
Patrimonio oculto donde arquitectura
y la arqueología fueron protagonistas de
las comunicaciones y visitas a las obras y excavaciones en torno a la catedral.
Intervinieron el arquitecto Clemente Lomba que explicó el proyecto de
restauración y los arqueólogos Javier Marcos y Lino Mantecón que mostraron las
excavaciones realizadas y sus resultados. El artista Fernando García Valdeón
proyectó numerosas obras suyas de elementos patrimoniales de la bahía de
Santander
En el apartado de Bahía y montaña descubrimos los
sorprendentes paisajes sumergidos de la bahía relatados por del biólogo y
director del Museo Marítimo del Cantábrico, Gerardo García Castrillo. El
geógrafo Juan Carlos García Codrón describió la formación de la bahía con el
resultado de un mosaico de unidades de paisajes consecuencia de la interacción
del hombre y la naturaleza. Juan Castanedo Galán nos relató la historia de los
astilleros y las flotas que allí se construyeron como fueron los galeones llamados
“de la mar océano”, navíos de protección
de la “carrera de indias”. Llamó la atención como desde las tres disciplinas se
explicaba la influencia de la geomorfología de los fondos de la bahía en las
actividades tradicionales, como la pesca o la navegación.
Pudimos disfrutar también del
documental: Montes del Pas. La descripción de los formidables escenarios de las
montañas fueron ocasión para que el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, natural
de Torrelavega y autor de los textos, recordase vivencias juveniles de aquellas
praderías verdes y de misteriosos
bosques cercanos donde se oía susurrar el nombre de “Juanín” y los últimos
resistentes. El bosque acompañará con frecuencia la carrera cinematográfica de Gutiérrez
Aragón. Mary Roscales, como antropóloga, con una amplia obra sobre los
pasiegos, desentrañó la compleja relación entre sociedad y el paisaje y abordó
algunas realidades ecológico-culturales de los pasiegos y la marginación social
que sufrieron por haberse desarrollado como grupo social y económico
diferenciado entre los de su entorno geográfico, como sucedió con las vaqueiros
de alzada en Asturias o los agotes en el País Vasco.
En la sesión de Arte y arquitectura, coordinada por
Annibal González de Riancho, se analizó el fenómeno de la arquitectura y arte
de carácter regionalista de la mano de Domingo de la Lastra y de Joaquín
Martínez Cano, con numerosos ejemplos. Una especial y novedosa intervención fue
la descripción que realizó la filóloga María Dolores Cabrero de la mítica, pero
poco estudiada, tertulia del Café de Pombo, pintada por el artista cántabro
Gutiérrez Solana. Esto retrotraía estas Jornadas polifacéticas a las tertulias
de finales del XIX y principios del XX.
En Nuevos paisajes intervino el
arquitecto José Cabrero con una llamada de atención, en relación a los bienes culturales, de
realizar intervenciones respetuosas sin renunciar a las técnicas
contemporáneas; la arquitectura podría entenderse como de “buena y mala
educación” e ilustró con ejemplos en diversas ciudades. El artista Juan Carlos
Fernández Izquierdo proyectó un variado número de instalaciones de videoarte;
planteó no solo su valor creativo, sino la función de señalar lugares o
edificios que han perdido su memoria patrimonial. El arquitecto Gabriel Ruiz
Cabrero partiendo del puerto de la Roma
Imperial de Ostia, hizo una semejanza entre los “puertos ciudad” con las
funciones de fachadas y plazas clásicas en otras ciudades.
En cuanto a Paisaje, literatura y arte, el escritor Gonzalo Calcedo nos deleitó
con un breve texto sobre las dos orillas de la bahía y sus propias vivencias. De
igual manera el artista José Cobo explicó su obra escultórica “los raqueros” y
sus relaciones espaciales entre cantil del muelle y horizonte de la bahía. Algunas
descripciones literarias de la bahía corrieron a cargo del periodista y
escritor Guillermo Balbona quien criticó, además, las consecuencias de una mala
política y el poco respeto hacia un patrimonio ya escaso en Santander y al
recuerdo de tantos artistas y escritores olvidados.
En la sesión de Memoria de la ciudad el escritor y
periodista Jesús Ruiz Mantilla apoyó su intervención en alguna de sus obras,
con la descripción de la trágica explosión del buque Machichaco y el dramático incendio de la ciudad en 1941;
fueron acontecimientos vitales en la transformación urbana posterior El arquitecto
urbanista Jesús Molinero realizó una disección crítica del crecimiento de la
ciudad desde su origen hasta alcanzar la
actualidad resaltando la relación entre conflictividad social y forma de la
ciudad.
Finalizaron las Jornadas con la
proyección del documental de Mario Camus “La bahía de Santander” (1968).
Comenzaba el documental con paisajes de montañas y míticas instalaciones
romanas; continuaban imágenes de una bahía de suaves tonos grises que el pintor
Pancho Cossío comparaba, mientras pintaba, con veladuras en el arte japonesas.
Aparece también el poeta José Hierro que habla de mares y vientos que cambian
el semblante del paisaje, como el terrible y hermoso sur causante del trágico
incendio de la ciudad.
Después el ritmo
musical se encendía en un son para mostrarnos una ciudad bulliciosa y balnearia
que pronto era interrumpido con el sonido brusco de grúas, cizallas, y
martillos industriales y de astilleros del mundo del trabajo. Otro ritmo
pausado
en contrastados blancos y negros
como un “elogio de la sombra”
recorría
calles estrechas, pescadores de rostros endurecidos y perfiles de barcos
marineros.
Era una maravilla de documental
que el público rompió en aplausos.
La atención se volcó entonces en
su autor, Mario Camus que, se inclinó hacia su contertulio y le preguntó algo;
éste le explicó que aquellos aplausos se dirigían a él. Alguien le preguntó
entonces el origen del documental y qué acogida tuvo en aquellos tiempos.
El autor, tras un silencio,
comentó: Hubo una llamada. Esperaba
alguna temprana felicitación, pero no. Era una señora malhumorada que me espetó
que “eso” no era Santander. Ese fue
el inicio de un pequeño calvario de reproches que duraron años. Así fue como un
documental que era referencia estética de cielos grises,
lluviosos, y de un mundo del trabajo vinculado al mar propio de estas tierras,
fue visto como una amenaza que podía malograr una visión falsa para un turismo
mercantilista. El documental no
volvió a ver la luz.
Este episodio refleja el sentido
de estas Jornadas. En estos días, a través de comunicaciones y coloquios, se
trataba de recuperar la memoria de la
bahía y se ha hecho desde diferentes sensibilidades y profesiones. La memoria
impregna un carácter propio al territorio y a sus habitantes. Pero también sucede que una especial
caracterización histórica, a veces es sublimada con identidades exageradas y
otras, por el contrario, la han forzado al olvido para facilitar un
mercantilismo, que ha destruido no pocos patrimonios tradicionales dignos de
conservación.
Luis Azurmendi
Santander 1 de Julio de 2019