9/2/15

Cuando Neguri desembarcó en Madrid
extracto del libro La silueta de Madrid





La oligarquía financiera vasca construye  la Gran Vía.
El grupo financiero más influyente de la época que intervino en Madrid procedía de la oligarquía vasca residente en Neguri que alcanzará su máximo esplendor con el beneficio obtenido del comercio del hierro durante la primera guerra mundial y que invertirá en grandes operaciones de infraestructuras e inmobiliarias en Madrid y Barcelona.
Este es el caso del empresario Horacio Echevarrieta, dueño de minas de hierro, cementeras y astilleros que construyó infraestructuras urbanas como el  metro de Barcelona (1920) y fue el concesionario y constructor de la madrileña Gran Vía, sustituyendo, en1922, ya terminada la guerra, al banquero francés Albert Silvert. 
La Gran Vía se traza sobre el antiguo tejido urbano de la ciudad, con proyecto realizado desde el Ayuntamiento por los arquitectos  J. L. Salaberry (1889 presenta el proyecto en 1899 empieza la obra)  y Octavio Palacios cuya finalidad, entre otros objetivos, era el enlace de las  estaciones ferroviarias y el saneamiento del centro de la ciudad. En realidad fue, sobre todo, una operación de especulación urbana de gran envergadura que finalmente realizará Echevarrieta.
Los nuevos edificios que se van construyendo e  irrumpirán con fuerza sobre la silueta de Madrid; exhibirán, además, estilos regionales coronados de alegorías y casticismos que parecían equilibrar la frustración de la reciente pérdida de las colonias. Parece tratarse de enarbolar un estilo arquitectónico de una virtual exaltación de la identidad nacional perdida. 
Pero la exaltación de estilos no puede ocultar la desmesura del volumen de las construcciones, la amplitud de las expropiaciones, la expulsión de los residentes y la transformación del tejido de la ciudad tradicional. Bajo el casticismo se encuentra una apropiación del centro de la ciudad por grupos hegemónicos cuyo interés directo es la especulación; no es extraño que arquitectos estudiosos de la tradición arquitectónica, como LeopoldoTorres Balbás , denunciaran esta intervención urbana que usurpaban la reivindicación de la arquitectura tradicional.. IMÁGENES
Otros edificios de la Gran Vía, pasada la primera etapa, denotarán más la influencia norteamericana, como el edificio Telefónica, obra de Ignacio de Cárdenas (1925-1929) que fue un hito de altura y tecnología durante mucho tiempo. Otros siguen, lejos del tradicionalismo, las tendencias del Movimiento Moderno como el afilado edificio Capitol  (1931-1933) de avanzada tecnología y materiales para la época. Otros edificios de promotores vascos, los hermanos Otamendi, como el Lope de Vega y el cine Rialto ya en otra época posterior (1945-1949) mantendrán un estilo más ecléptico.

El Metro y Reina Victoria, Titanic y el estadio  Metropolitano.
 Coincidiendo en el tiempo y de la misma procedencia vasca, es el  caso de los ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza Sáez de Argandoña y González Echarte que constituyen una empresa denominada Compañía Urbanizadora Metropolitana (1919), que construirán no solo el metro madrileño, sino que urbanizaciones como la Reina Victoria, la canalización del Manzanares, el Estadio de Atlético, edificios en la Gran Vía y, tras la guerra, Edificio España  y otras operaciones inmobiliarias cuyas actividades han llegado hasta épocas recientes.  
Será el Banco de Vizcaya, en 1913, en pleno auge y en vísperas de la primera contienda mundial, quien apoye y financie la creación de la Compañía Urbanizadora Metropolitana. También subscribió acciones la monarquía. A partir de entonces las actividades son continuas: en 1919 construyen el metro de Madrid que, en 1921, inaugura la línea Sol - Cuatro Caminos. Como consecuencia, se revaloriza un importante extrarradio de la ciudad como es Cuatro Caminos,  para inmediatamente construir, ellos mismos, la urbanización de Reina Victoria. Además son titulares de la Compañía eléctrica suministradora de energía  al metro madrileño.
Para la promotora la justificación de la intervención urbana no es otra que liberar a la ciudad de un paisaje sucio y hostil:”…denominado Camino de Aceiteros, en perpetuo estado de suciedad y abandono…inmundos cobertizos; cuevas abiertas en el terreno…y los merenderos, con sus míseros salones de baile, sus inmundos reservados y el Asilo de golfos…” Para concluir el balance escribiendo: “Hoy día han quedado, después de la demolición de todas las viviendas, enterrados a diez metros de profundidad…”[1]
En 1920 ya se está urbanizando Reina Victoria. Pronto finalizará el edificio buque insignia que titulan Titanic. En 1923 se finaliza, allí mismo, el estadio Metropolitano que lo inaugura un equipo donostiarra. La zona se urbaniza y construye en base a edificios de gran volumen y densidad. Se construyen “villas” destinadas a familias procedentes del País Vasco a las que los arquitectos cuidaran diseñarlas con un estilo rural vasco.
Es, como decimos, un verdadero desembarco del capital financiero vasco en la ciudad de Madrid. El objetivo es la obtención de beneficios y para ello también se cuidan de estrechar lazos con la oligarquía vinculada a la administración central y a las clases políticas de los más diversos signos encontrando para ello un clima propicio en la capital. Llama la atención los acontecimientos que esos años se producen en Madrid: en el café San Luis, en un  edificio de la Gran Vía, el maestro Iparaguirre  interpreta el Guernikako Arbola[2]. Años después se popularizó el juego del frontón: no lejos se construyeron tres frontones y entre ellos el prestigioso Beti Jai construido también por el donostiarra  Arana que también dirigía el Teatro Real. El frontón esta hoy en riesgo de desaparición y es defendido por colectivos de ciudadanos  madrileños. También correrán alabanzas hacia  Horacio Echebarrieta, amigo de Indalecio Prieto, que gestionó la liberación  de las tropas españolas presas en Marruecos. Mientras en Reina Victoria, se construían su “villas” la viuda de Oriol, los Otamendi, Mendoza y algunas familias más, que seguramente compartieron veraneo en la bella Easo con los miembros de la monarquía[3].

La reconstrucción de Madrid: el edificio España y la urbanización del valle Manzanares.
Esta utilización de arquitecturas tradicionales para intervenciones muy agresivas a la ciudad existente tendrá continuidad en la postguerra. Sucede, además, que tras el levantamiento militar de 1936 y la guerra civil, con la ideología del nuevo régimen se  trazará la simbólica fachada de los Austrias en la cornisa del valle del Manzanares. Allí el granito y la piedra de Colmenar, acompaña a los aparejos de ladrillo toledano, se alzarán rematados por cúpulas y torres de pizarra en un estilo neoherreriano.
Pues poco tiempo faltó para que, en 1947, se irguiese el descomunal edificio España, de 100m de altura y de hormigón,  que rompió con toda aquella simbología neofascista salvo una escasa concesión con algunos detalles de molduras clásicos.
El edificio lo construyeron Joaquín y  Julián Otamendi  que irrumpían de nuevo en la construcción de la ciudad con la compañía Metropolitana, demostrando una vez más que la obtención de las plusvalías urbanas prevalecen  en diferentes y antagónicas situaciones históricas
Pero algo más sucederá. En 1941 se crea la Comisión para mejora del Rio Manzanares que  preside Carlos Mendoza y Saiz de Argandoña hasta Diciembre de 1947. Ese año,  el arquitecto Rafael Mendoza Jimeno desarrolla un proyecto para la urbanización del Valle del Manzanares.  Y, como no, se propone importantes construcciones en sus márgenes cuya urbanización también correrá a cargo de la Cía. Urbanizadora Metropolitana. Aquí, de nuevo, el plan trazado por el nuevo régimen, una zona verde en torno a la ciudad tradicional, proyecto del arquitecto Pedro Bidagor, será ignorado y sometido a las reglas del mercado: Se ejecutará el proyecto de La Cía. Metropolitana que ocupaba con urbanizaciones los márgenes del río Manzanares. En 1943 se aprueba el proyecto y se crea el Consejo de Administración de la Canalización del Manzanares que dará los permisos, años más tarde, para construir el nuevo estadio Calderón ocupando escandalosamente las márgenes del río y que dará  lugar como permuta pactada el parque de la Arganzuela.
El grupo societario inicia un proceso de acumulación impresionante cuyo desarrollo va alcanzar los problemas actuales de varias zonas centrales de Madrid. Los Otamendi crearon Cía. Urbanizadora (1918) y la inmobiliaria Metropolitana (1935). En 1946 el Banco Vizcaya había creado la inmobiliaria VACESA  (“la Vasco-Central”) muy vinculada a nuestros protagonistas y mayoritaria en el conjunto AZCA.  Finalmente y ya en época actual se creará Metrovacesa (1998), fusión de las tres sociedades. Después de un intricado laberinto financiero, en 2014, los propietarios de Metrovacesa serían  los bancos con un 65% de las acciones aunque tras la venta de Bankia pasaría el Santander a dominar la sociedad[4]
 En la actualidad aquel complejo inmobiliario ha sido sustituido por una serie de operaciones mercantiles que, al final, hoy día, ejercen su autoridad y planifican una intensa densificación en varios puntos de la capital como es La Plaza de España, Manzanares Calderón Mahou, y operación Chamartín[5]






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