Cuando Neguri desembarcó en Madrid
extracto del libro La silueta de Madrid
extracto del libro La silueta de Madrid
La oligarquía
financiera vasca construye la Gran Vía.
El grupo financiero más influyente de la época que intervino
en Madrid procedía de la oligarquía vasca residente en Neguri que alcanzará su
máximo esplendor con el beneficio obtenido del comercio del hierro durante la
primera guerra mundial y que invertirá en grandes operaciones de
infraestructuras e inmobiliarias en Madrid y Barcelona.
Este es el caso del empresario Horacio Echevarrieta, dueño
de minas de hierro, cementeras y astilleros que construyó infraestructuras
urbanas como el metro de Barcelona (1920)
y fue el concesionario y constructor de la madrileña Gran Vía, sustituyendo, en1922,
ya terminada la guerra, al banquero francés Albert Silvert.
La Gran Vía se traza sobre el antiguo tejido urbano de la
ciudad, con proyecto realizado desde el Ayuntamiento por los arquitectos J. L. Salaberry (1889 presenta el proyecto en
1899 empieza la obra) y Octavio Palacios
cuya finalidad, entre otros objetivos, era el enlace de las estaciones ferroviarias y el saneamiento del
centro de la ciudad. En realidad fue, sobre todo, una operación de especulación
urbana de gran envergadura que finalmente realizará Echevarrieta.
Los nuevos edificios que se van construyendo e irrumpirán con fuerza sobre la silueta de
Madrid; exhibirán, además, estilos regionales coronados de alegorías y
casticismos que parecían equilibrar la frustración de la reciente pérdida de
las colonias. Parece tratarse de enarbolar un estilo arquitectónico de una
virtual exaltación de la identidad nacional perdida.
Pero la exaltación de estilos no puede ocultar la desmesura
del volumen de las construcciones, la amplitud de las expropiaciones, la
expulsión de los residentes y la transformación del tejido de la ciudad
tradicional. Bajo el casticismo se encuentra una apropiación del centro de la
ciudad por grupos hegemónicos cuyo interés directo es la especulación; no es
extraño que arquitectos estudiosos de la tradición arquitectónica, como
LeopoldoTorres Balbás , denunciaran esta intervención urbana que usurpaban la
reivindicación de la arquitectura tradicional.. IMÁGENES
Otros edificios de la Gran Vía, pasada la primera etapa,
denotarán más la influencia norteamericana, como el edificio Telefónica, obra
de Ignacio de Cárdenas (1925-1929) que fue un hito de altura y tecnología
durante mucho tiempo. Otros siguen, lejos del tradicionalismo, las tendencias
del Movimiento Moderno como el afilado edificio Capitol (1931-1933) de avanzada tecnología y
materiales para la época. Otros edificios de promotores vascos, los hermanos
Otamendi, como el Lope de Vega y el cine Rialto ya en otra época posterior
(1945-1949) mantendrán un estilo más ecléptico.
El Metro y Reina Victoria, Titanic y el estadio Metropolitano.
Coincidiendo en el tiempo y de la misma
procedencia vasca, es el caso de los
ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza Sáez de Argandoña y González Echarte
que constituyen una empresa denominada Compañía Urbanizadora Metropolitana
(1919), que construirán no solo el metro madrileño, sino que urbanizaciones
como la Reina Victoria, la canalización del Manzanares, el Estadio de Atlético,
edificios en la Gran Vía y, tras la guerra, Edificio España y otras operaciones inmobiliarias cuyas
actividades han llegado hasta épocas recientes.
Será el Banco de Vizcaya, en 1913, en pleno auge y en
vísperas de la primera contienda mundial, quien apoye y financie la creación de
la Compañía Urbanizadora Metropolitana. También subscribió acciones la monarquía.
A partir de entonces las actividades son continuas: en 1919 construyen el metro
de Madrid que, en 1921, inaugura la línea Sol - Cuatro Caminos. Como
consecuencia, se revaloriza un importante extrarradio de la ciudad como es
Cuatro Caminos, para inmediatamente
construir, ellos mismos, la urbanización de Reina Victoria. Además son
titulares de la Compañía eléctrica suministradora de energía al metro madrileño.
Para la promotora la justificación de la intervención urbana
no es otra que liberar a la ciudad de un paisaje sucio y hostil:”…denominado Camino de Aceiteros, en perpetuo
estado de suciedad y abandono…inmundos cobertizos; cuevas abiertas en el
terreno…y los merenderos, con sus míseros salones de baile, sus inmundos
reservados y el Asilo de golfos…” Para concluir el balance escribiendo: “Hoy día han quedado, después de la
demolición de todas las viviendas, enterrados a diez metros de profundidad…”[1]
En 1920 ya se está urbanizando Reina Victoria. Pronto
finalizará el edificio buque insignia que titulan Titanic. En 1923 se finaliza,
allí mismo, el estadio Metropolitano que lo inaugura un equipo donostiarra. La
zona se urbaniza y construye en base a edificios de gran volumen y densidad. Se
construyen “villas” destinadas a familias procedentes del País Vasco a las que
los arquitectos cuidaran diseñarlas con un estilo rural vasco.
Es, como decimos, un verdadero desembarco del capital
financiero vasco en la ciudad de Madrid. El objetivo es la obtención de
beneficios y para ello también se cuidan de estrechar lazos con la oligarquía
vinculada a la administración central y a las clases políticas de los más
diversos signos encontrando para ello un clima propicio en la capital. Llama la
atención los acontecimientos que esos años se producen en Madrid: en el café San
Luis, en un edificio de la Gran Vía, el
maestro Iparaguirre interpreta el
Guernikako Arbola[2]. Años
después se popularizó el juego del frontón: no lejos se construyeron tres
frontones y entre ellos el prestigioso Beti Jai construido también por el
donostiarra Arana que también dirigía el
Teatro Real. El frontón esta hoy en riesgo de desaparición y es defendido por
colectivos de ciudadanos madrileños.
También correrán alabanzas hacia Horacio
Echebarrieta, amigo de Indalecio Prieto, que gestionó la liberación de las tropas españolas presas en Marruecos.
Mientras en Reina Victoria, se construían su “villas” la viuda de Oriol, los
Otamendi, Mendoza y algunas familias más, que seguramente compartieron veraneo
en la bella Easo con los miembros de la monarquía[3].
La reconstrucción de
Madrid: el edificio España y la urbanización del valle Manzanares.
Esta utilización de arquitecturas tradicionales para
intervenciones muy agresivas a la ciudad existente tendrá continuidad en la
postguerra. Sucede, además, que tras el levantamiento militar de 1936 y la
guerra civil, con la ideología del nuevo régimen se trazará la simbólica fachada de los Austrias
en la cornisa del valle del Manzanares. Allí el granito y la piedra de
Colmenar, acompaña a los aparejos de ladrillo toledano, se alzarán rematados
por cúpulas y torres de pizarra en un estilo neoherreriano.
Pues poco tiempo faltó para que, en 1947, se irguiese el
descomunal edificio España, de 100m de altura y de hormigón, que rompió con toda aquella simbología
neofascista salvo una escasa concesión con algunos detalles de molduras clásicos.
El edificio lo construyeron Joaquín y Julián Otamendi que irrumpían de nuevo en la construcción de
la ciudad con la compañía Metropolitana, demostrando una vez más que la
obtención de las plusvalías urbanas prevalecen en diferentes y antagónicas situaciones
históricas
Pero algo más sucederá. En 1941 se crea la Comisión para
mejora del Rio Manzanares que preside
Carlos Mendoza y Saiz de Argandoña hasta Diciembre de 1947. Ese año, el arquitecto Rafael Mendoza Jimeno
desarrolla un proyecto para la urbanización del Valle del Manzanares. Y, como no, se propone importantes
construcciones en sus márgenes cuya urbanización también correrá a cargo de la Cía.
Urbanizadora Metropolitana. Aquí, de nuevo, el plan trazado por el nuevo
régimen, una zona verde en torno a la ciudad tradicional, proyecto del
arquitecto Pedro Bidagor, será ignorado y sometido a las reglas del mercado: Se
ejecutará el proyecto de La Cía. Metropolitana que ocupaba con urbanizaciones
los márgenes del río Manzanares. En 1943 se aprueba el proyecto y se crea el
Consejo de Administración de la Canalización del Manzanares que dará los
permisos, años más tarde, para construir el nuevo estadio Calderón ocupando escandalosamente
las márgenes del río y que dará lugar
como permuta pactada el parque de la Arganzuela.
El grupo societario inicia un proceso de acumulación
impresionante cuyo desarrollo va alcanzar los problemas actuales de varias
zonas centrales de Madrid. Los Otamendi crearon Cía. Urbanizadora (1918) y la inmobiliaria
Metropolitana (1935). En 1946 el Banco Vizcaya había creado la inmobiliaria
VACESA (“la Vasco-Central”) muy
vinculada a nuestros protagonistas y mayoritaria en el conjunto AZCA. Finalmente y ya en época actual se creará
Metrovacesa (1998), fusión de las tres sociedades. Después de un intricado
laberinto financiero, en 2014, los propietarios de Metrovacesa serían los bancos con un 65% de las acciones aunque
tras la venta de Bankia pasaría el Santander a dominar la sociedad[4]
En la actualidad
aquel complejo inmobiliario ha sido sustituido por una serie de operaciones
mercantiles que, al final, hoy día, ejercen su autoridad y planifican una
intensa densificación en varios puntos de la capital como es La Plaza de
España, Manzanares Calderón Mahou, y operación Chamartín[5]
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