EL SONIDO DE LAS MÁQUINAS ( Cortometraje de Miguel Azurmendi)
Aún hoy día en lugares recónditos, junto al cauce de los
ríos o en la costa encontramos restos de antiguas máquinas y edificios que, aun
estando en ruina, invadidos por la vegetación, anegados por las aguas o
aterrados por sedimentos, delatan una antigua actividad.
Cuentan que, en aquellos lugares, se oía el profundo eco de un trepidante sonido: era el incesante golpeteo de unas enormes máquinas hidráulicas que no cejaban su colosal ritmo ni aún por las noches; tan es así que, en algunas descripciones literarias, como en el Quijote, se relata que “…ese ruido acompasado que una noche inquietó a D. Quijote…” refiriéndose a un batán [1]. O escuchamos sentencias populares como que “gruñe más que el gorrón de una noria…” refiriéndose al roce de maderas al girar de las norias.[2] . O aquella famosa noria del Palacio de los Emires de Córdoba que la Reina Católica mandó detener por su molesto sonido[3] O en Jaun de Alzate[4] cuando los ferrones cantan: ¡Dale, Machin! ¡Resuene de día y de noche nuestra canción del martillo: tin tan,tin tan!...en la ferrería derrumbada…en donde al golpe del martillo brillan constelaciones de chispas.”
Y efectivamente, porque también la toponimia, los nombres de aquellos lugares, nos descubren una actividad relacionada con la obtención del hierro: lugares como los denominados Las Fraguas o el Valle de Herrerias, en Cantabria o los términos finalizados en “ola” en el País Vasco, como el río Urola, o los Mazos de Asturias y Galícia o la farga catalana son, todos, términos relacionados con la producción del hierro.
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